Mensaje 151

Estando en mi oficina, este día pasaron a saludarme mi tío Eduardo y una amiga.

Yo continúe con mi trabajo mientras ellos platicaban. Entónces llegó una «presencia». No me asusté por cuanto yo le digo al Padre que en mi casa siempre serán bienvenidos todos los seres que en Su nombre vengan. Del mismo modo, cada día pido y aclaro, que ningún ser es bienvenido a mi casa, si no viene en el nombre del Señor. Además, los seres que vienen llenan el espacio de mucho amor y paz, y esto es perceptible para aquellos que están conmigo.

Como a los 20 minutos que terminé mi trabajo, me reuní con ambos y les dije que alguien había entrado. Entónces este ser de luz expresó que lo habían llamado y que nunca Dios Padre es indiferente al clamor de sus hijos.

No entendí por cuanto yo había estado trabajando y no orando. Pero mi tío me aclaró que él había rezado un Padre Nuestro y en su oración, le pidió a Dios que le permitiera ser un instrumento para ayudar a nuestra amiga que nos pedía que oraramos por ella.

Todo lo anterior es nuevo para mi, pero para quienes conocen el poder de la oración esto es el «día a día». No anoté todo lo que dijo este Ser de Luz. Sí mencionó que el Señor siempre envía al Ser adecuado para cumplir una misión específica. En este caso particular mi tío oró pidiendo por nuestra amiga que está un poquito mal de salud. Cuando se pide por alguien, siempre Dios envía a sus Angeles y mensajeros, Seres de Luz para apoyarnos en nuestra petición.

Mi tío dudaba de su oración como mas tarde me explicó, y me dijo que este día había aprendido que Dios sí nos escucha.

Anoto aquí otras cosas que mencionó este Ser de Luz (quien dijo ser de las «Nimiades», yo no sé que es eso, que no quise ahondar en esto porque sabía que estaba acá para darle el mensaje a mi amiga. Entre las cosas que nos dijo: … «se bendice todo y se ama todo». Habló mucho del trabajo, específicamente los lugares de trabajo y la relación con nuestros compañeros.

“Que el trabajo se santifica a través de nuestros compañeros por pensamiento, palabra, obra y omisión”. Le pregunté qué era eso de “omisión” y dijo, que es cuando aprendemos a callar las palabras de desamor para no herir a otros. Bajo este contexto, preguntamos cómo tratar con aquellos compañeros o jefes difíciles. Y dijo, que muchas veces sólo veíamos la superficie. Pero que no olvidemos que dentro de todos está un corazón bondadoso, que se cubre de muchas capas, entre ellas EL MIEDO.

El miedo y el poder son muy malos consejeros, pero que era importante reconocer qué era lo que movía a aquella persona de trato difícil y hasta muchas veces grosero para con nosotros; si era su falta de confianza en su talento, el ego o la envidia. Y que es ahí donde se mani estan los demonios, pero que todo se contrarresta siempre con la oración y con el aprender a VER (ver por ejemplo, la soledad en la que mucha gente vive y que por lo tanto le lleva a expresar su enojo con todo el mundo).

Luego llegó Sara. Sara habló acerca del amor de Dios y el perdón. Dijo que consciente o inconscientemente el alma aspira a lo más elevado dentro de la experiencia que escoje tener. Muchas veces nuestros actos nos hacen sentir “inconformes” sabedores que no estamos actuando bien. Dijo, que esto no es un pecado contra Dios, ya que contra Él no se peca, sino, contra nosotros mismos y nuestros más altos ideales. Que el alma reconoce cuando no está en lo más pleno de determinada experiencia y que esto trae tristeza o confusión.

Dios sabe esto, y por esto cuando nos pide que nos perdonemos es para que aprendamos a VER, y esto se logra con muchísima humildad, no buscando nunca culpables pues esto no es asi dijo.

También habló de la disciplina para con los hijos, que «nunca es tarde». Dijo que hay que explicarles a los hijosel poder que tienen las palabras, pues muchos lastiman a sus padres con palabras tan hirientes en la malcrianza. Que les enseñemos a usar ese poder para el bien. El poder de la palabra.

Luego habló de Jesús. Dijo que apenas un 20% conocemos de lo que él hizo acá en la tierra. Su amor a los hombres es inconmesurable, y así también fueron sus acciones. «Ustedes no tienen idea de la grandeza de Jesús» –dijo.

Sara contó que lo que leemos de esa época no representa tampoco lo que era vivir bajo las normas de esa sociedad. Por ejemplo, el desprecio a las mujeres era algo cruel. Y que Jesús sin importar esto, las veía y les quitaba su velo, sólo para verlas a los ojos y decirles con Su mirada, que las amaba como a todos los seres humanos. Pero lo hacía con tanta bondad y verdad, que nadie se atrevía a decir nada.

Nadie puede nunca permanecer incólume a la bondad de Dios y Jesús lo demostró con sus acciones. Sus palabras fueron pocas, pero sus acciones alcanzaron muchos corazones.

Dijo, que si nos amáramos así como Jesús nos enseño, –con esa verdad, fidelidad y bondad–, el mundo realmente fuera diferente y no tendríamos sufrimientos.

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